Mi primer relato
Hoy, RHM Flash, el sello de Random House que publica relatos en formato digital, publica un par de historias de terror que estaba deseando que vieran la luz. Se titulan OTEL (sin hache) y La sangre del muerto. Este último tiene la particularidad de ser el primer relato serio que escribí en mi vida. Antes había escrito algunas historietas de brujas y niños que se transforman en animales, tan inspiradas en Roald Dahl que rozaban el plagio descarado, y ejercicios de redacción en clase de Lengua que enfrentaban a Góngora y Quevedo en batallas telequinéticas deudoras de Carrie. Pero superada aquella fase imitadora, La sangre del muerto supuso mi primer intento de escribir algo adulto, o lo que yo entendía por adulto en aquel entonces: a mis trece o catorce años, adultos me parecían los chicos de dieciséis que protagonizan la historia. Aún recuerdo perfectamente la noche de verano en que abrí un cuaderno sin usar del colegio y me dispuse, bolígrafo en mano, a perseguir mi carrera de escritor. Afortunadamente, esta reliquia se ha ido conservando hasta hoy, de trastero en trastero, guardada en la caja de los álbumes de cromos. Así de bien luce:
¿De dónde obtuve la inspiración para la primera gran hazaña que supone escribir un relato entero? De la tele, cómo no. Siempre he sido muy seguidor de las series de televisión que consistían en pequeños relatos de misterio con grandes giros finales, como Alfred Hitchcock presenta…, Cuentos asombrosos, o Historias de la Cripta. La que más veía por aquel entonces era esta última, que emitía Telecinco por las noches. Su cabecera sigue siendo una de mis favoritas: el sonido inicial de la verja al abrirse, los susurros que se oyen al bajar la escalera y la risa histérica del guardián de la cripta al final, me transportan aún hoy, de forma mágica, a aquellos veranos de mediados de los noventa. Y eso vale casi tanto como tener una máquina del tiempo.
Esas historias me parecían el no va más de la narrativa. En apenas veinte minutos lograban transportarte a algún escenario lúgubre en el que un personaje sufría lo indecible para, en la mayoría de los casos, alcanzar un final aún más tétrico. Entre mis claros favoritos está el episodio que protagoniza Kyle MacLachlan (el Agente Cooper en Twin Peaks), sobre la accidentada huida de un fugitivo a través del desierto de Arizona, esposado al cadáver del policía que pretendía atraparle y seguido de cerca por un buitre hambriento. También el capítulo en el que un cadáver (interpretado por el actor al que siempre conoceremos como ‘el malo de Ghost’) resulta estar consciente durante todo su proceso de refrigeración y autopsia, extracción de cerebro incluida.
Así que cuando yo escribía La sangre del muerto en realidad lo que pretendía escribir era mi propio capítulo de Historias de la cripta. Todo el relato parte de una duda real que me surgió por aquel entonces, la típica duda de un chico de trece años: ¿sangran los muertos? La lógica me llevaba a pensar que no, algo de la coagulación o algo, pero… ¿y si me equivocaba? Hoy en día Google me hubiera ofrecido la respuesta en diez segundos, pero corrían los tiempos en que mi única fuente de sabiduría era la Larousse de diez tomos, más dos suplementos, que teníamos en el salón de casa y, ni buscando por ‘muerto’, ni buscando por ‘sangre’, hallé la respuesta, así que el interrogante me pareció suficientemente sólido para sostener sobre él todo el relato.
Tan sólo tuve que trasladar el interrogante a los cuatro adolescentes que protagonizan el cuento. Aburridos una noche de verano, estos muchachos deciden experimentar y descubrir por sí mismos si los muertos sangran o no. Para ello, sólo tienen que acercarse a la casa del pueblo que hace las veces de funeraria… Cualquiera que haya visto Historias de la cripta sabe que esos planes nunca acaban bien, pero ahí es precisamente donde la cosa se pone interesante.
El relato original ocupaba una docena de páginas escritas a mano. En algún momento de la década de los noventa acometí aquella tarea primitiva de “pasar a ordenador” el texto, y así permaneció durante años en algún rincón olvidado de mis sucesivas computadoras. Con el paso del tiempo, y aunque la idea del relato seguía gustándome y le tenía el cariño lógico que se le tiene a lo primero que uno escribe, me di cuenta de que el estilo era infantil e impublicable. Por eso hace poco, después incluso de haber editado El aviso, decidí revisarlo.
Por mi mente rondaba también desde hacía tiempo la idea de escribir algún relato en el que los hechos se narraran en primera persona pero desde varios puntos de vista. Cinco o seis personajes encajando diferentes momentos de una historia de tal manera que el lector la fuera armando en su cabeza siguiendo el muy subjetivo discurso de cada uno. Cuando releí La sangre del muerto ( y tras avergonzarme con algunos pasajes), me di cuenta de que disponía de cuatro personajes que vivían una experiencia traumática de muy diferentes formas, y que eso suponía un material perfecto para llevar a cabo el experimento narrativo. Ya que me pongo, y para demostrar mi compromiso con este blog, voy a desnudarme un poquito incluyendo uno de esos vergonzosos pasajes que escribí en el cuaderno del colegio:
Total, que la corrección del relato consistió en transformar la narración omnisciente y lineal en una desestructurada pero ordenada sucesión de discursos en primera persona. El relato queda así construido a partir de las transcripciones de las declaraciones que los cuatro muchachos hacen en comisaría tras el incidente. El reto de escribir las diferentes voces se hacía todavía más interesante al tener que ceñirme a diálogo puro para contar el escalofriante suceso.
También aproveché la reescritura para incluir un homenaje al propio Historias de la cripta que tanto tuvo que ver en el nacimiento de la historia. Ahora, todo el debate sobre si los muertos sangran o no surge en el cuento a raíz de un capítulo de la serie que uno de los protagonistas cuenta haber visto, en el que un pintor utiliza sangre de cadáveres para pintar cuadros que vende por millonadas. Fue la mejor forma que se me ocurrió de incluir un sincero agradecimiento a una de las mejores series que ha existido nunca.
Si te han entrado ganas de leer La sangre del muerto, está disponible en todas las plataformas de venta de libros digitales, junto con OTEL, por 1.49€: lo tienes en Amazon, iBooks, Casa del Libro, Google Play… De momento, aquí tienes un adelanto:
LA SANGRE DEL MUERTO
Por Paul Pen
[De los testimonios obtenidos en el interrogatorio individual a los cuatro sospechosos: Alicia Arsenal, Raúl Prieto, Nelda Maldonado y Marcos Sonora. Archivados en formato digital de audio]
Alicia Arsenal (archivo: AA.wav / TC: 06’32” – 07’43”)
No sé en qué momento nos dimos cuenta. Cuando le cortó con la navaja, supongo. Pero yo ni siquiera estaba mirando. Me había dado la vuelta. Nunca creí que fuéramos a hacerlo de verdad. Cuando oí gritar a Nelda, supe que algo iba mal. Pero no me imaginé el qué. Y lo que hemos sabido esta mañana… Dios mío, pobre Nelda. ¿Saben cómo se encuentra? ¿La están interrogando ahora también? Echarlo a suertes no sirvió de nada. Ya les he contado eso. Necesitaría comer algo. No he probado bocado desde anoche. ¿Empezar otra vez? ¿Desde el principio? Por favor, estoy cansada. ¿Podré irme a casa después? Perdón. Ya se lo he dicho: la idea fue de Raúl. Sí, es mi novio. Una pelea de chicos. A Raúl le gusta tener la razón. Empezó hace tiempo, no sé…, antes de que acabara el curso, en junio.
Raúl Prieto (archivo: RP.wav / TC: 04’20” – 06’38”)
En junio. A finales. La discusión empezó en el vestuario. Creo que fue el día antes de la final. Nos llevamos la liga. Nuestro instituto no había ganado nunca. Y yo fui el máximo goleador. Claro que me parece importante. ¿Para el caso? No, claro, para eso no. Yo estaba en la ducha. Fuera escuché a alguien hablando del capítulo de una de esas series de terror. Sí, era David. El Manson. ¿Cómo? David es el Manson. Le llamamos así. Porque es muy raro. Tiene mi edad y creo que no se ha follado todavía a ninguna. Pero qué bien juega, el tío. Muchos de mis goles fueron asistencias suyas. Ya, ya, todavía no me hago a la idea. Un chaval raro. Le gusta mucho el cine de terror y escucha al tío ese que hizo que los de aquel instituto americano mataran a sus compañeros. El que tiene nombre de mujer. Hace poco vi con Ali la peli que hicieron sobre el tema y nada, un rollo. ¿Ali y yo? Es mi novia. No es que me vaya a casar con ella ni nada de eso, pero… Vale. Pues el Manson empezó a hablar en el vestuario sobre un capítulo de esa serie de terror, que la están repitiendo en la tele, ahora no recuerdo en qué canal. Es antigua, como de principios de los noventa. De antes de que yo naciera, seguro. El Manson hablaba de una historia sobre un pintor que utilizaba sangre para sus cuadros. Se supone que la sacaba de cadáveres que desenterraba del cementerio. Les cortaba el cuello, llenaba un cubo con la sangre y se lo llevaba a casa para pintar. Luego los vendía por un montón de pasta. y no recuerdo cómo dijo que acababa. El caso es que salí de la ducha flipado de escuchar todas esas tonterías. El Manson ya me estaba cabreando. Ya sé que no debería hablar así de él, pero es lo que pienso. Y yo siempre digo lo que pienso. Así me ha educado mi padre. ¿Que no tengo corazón? Puede ser; Ali me lo dice todo el tiempo. Pero ahí está, comiendo de mi mano. ¿Desde anoche? Puede ser, dijo que no había podido cenar. Que estaba nerviosa. A lo que iba: mi padre es médico, así que de esas cosas entiendo bastante. Puede que saque malas notas en biología y todo el mundo piense que sólo sirvo para jugar al fútbol, pero algún día se tragarán sus palabras, porque… Vale. Pues sigo. Salí de la ducha para cerrarle la boca al Manson porque lo que estaba escuchando era una gilipollez. Mi padre es médico, y sé perfectamente que los muertos no sangran.
Marcos Sonora (archivo: MS.wav / TC: 02’15” – 04’22”)
El padre de Raúl es médico, y él piensa que eso se hereda. Siempre que en una conversación sale un tema de medicina, el tío se cree que tiene la razón. Y en realidad no sabe una mierda.
- ¿Debemos registrar todo lo que escribimos?
- Canción de amor al libro de bolsillo
Buenas tardes,
Estoy deseando leer estos relatos. He leído esta semana “El brillo de las luciérnagas” del tirón (casi me quedo ciega). Me han enganchado tu novela y tu estilo y de hecho te recomendaré encarecidamente a todos mis amigos lectores.
Estoy deseando leer (pero ya, ya) “El aviso” y estos dos relatos.
Sigue escribiendo ;))
Muchísimas gracias, Cintia. Los relatos los tienes en formato digital en todas las plataformas. ‘El aviso’ está disponible tanto en digital (Random House) como en papel (RBA).
Muchísimas gracias a ti por responder. Ya he leído “El aviso” y es simplemente genial, engancha, bien escrito, GENIAL! pero no podría esperar menos de alguien de mi generación 😉
A por los relatos y… te auguro muchísimos éxitos!!
Un saludo!
Me gustan mucho tus relatos!!!!
Muchas gracias. Pronto habrá más…