Mis primeros seis años como escritor

Coincidiendo con la publicación de mi tercera novela en junio de 2017, la revista WMagazín me pidió que escribiera un texto resumiendo mis primeros años como escritor, texto que comparto ahora en este blog.  

En 9 de junio de 2017, mientras firmo en la Feria del Libro de Madrid ejemplares de mi recién estrenada tercera novela, La casa entre los cactusWMagazín me pide que rememore mi carrera como escritor desde los inicios hasta hoy. Curiosa y apropiada fecha para hacerme tal encargo, puesto que fue también un 9 de junio, pero de 2011, cuando se publicó mi primera novela. Entre ambas fechas, durante estos seis años exactos, han ocurrido muchas cosas. De hecho, han ocurrido casi todas las cosas que me atreví a desear que ocurrieran cuando me senté frente a un ordenador a escribir mi primera novela.

Tras la alegría de terminar la primer novela llega el momento de darse cuenta de que acabar un libro es la parte más fácil de todo el proceso. Lo realmente duro viene después: conseguir que alguien publique ese libro.

Tras la alegría de terminar la primer novela llega el momento de darse cuenta de que acabar un libro es la parte más fácil de todo el proceso. Lo realmente duro viene después: conseguir que alguien publique ese libro.

En aquel momento, en 2007, mientras tecleaba el primer capítulo de El aviso en un portátil de los de entonces, de los que pesaban treinta kilos, mi meta inmediata era, sencillamente, acabar la novela. Son muchas las personas que comienzan a escribir un libro mientras sueñan ya con el éxito y el dinero que se suele atribuir a la fama literaria, pero el porcentaje de personas que realmente acaba esa primera novela es pequeño. Ínfimo. Y yo tenía claro que era a ese porcentaje al que quería pertenecer, al pequeño, porque, como ocurre con otras muchas cosas, formar parte de la minoría es mucho más interesante. Así que centré mi mirada en la palabra fin que se veía a lo lejos. Muy muy lejos. Es posible que al principio ni siquiera se viera, tan sólo se intuyera, pero me obligué a no desanimarme. Y a no pensar en nada más allá que en lograr escribir esas tres letras, en acabar la novela. Sólo el hecho de escribir la palabra fin, el sencillo acto de presionar tres teclas tras haber presionado otro millón durante la creación de la historia —como si fueran los tres últimos pasos de un viaje a pie de un año de duración— diferencia a los que de verdad quieren ser escritores de quienes fantasean con la idea de serlo.

Alcancé esa meta en algo más de un año, meses que pasé escribiendo en cualquier momento que me dejaba libre el trabajo. Me motivaba pensando que estaba cumpliendo un objetivo vital que me había planteado desde niño, pero me desanimaba al recordar que nada me aseguraba que esa novela fuera a publicarse o alcanzar a ningún lector. No había garantía alguna de que todo ese trabajo fuera a servir para algo. De hecho, tras la alegría de poner fin a la novela, de acabar con el titánico esfuerzo de dar vida a unos personajes y a un universo, de empezar uno a creerse que quizá de verdad tenga madera de escritor, llega el momento de darse cuenta de que acabar un libro es la parte más fácil de todo el proceso. Lo realmente duro viene después: conseguir que alguien publique ese libro. Sirva como prueba que tardé el doble de tiempo en encontrar una editorial que editara El aviso que en escribir la propia novela. Y fue sólo con la ayuda de una agente literaria que pudo obrarse el milagro. Antes de eso, mis comunicaciones con las editoriales consistieron en encadenar una frustración tras otra: esperas de seis meses para obtener respuestas negativas o, directamente, ninguna respuesta, fueron los desenlaces habituales que obtuve.

Hasta que una editorial, RBA, se decidió a publicar ese manuscrito ya manoseado en otro montón de despachos. Fue en ese momento cuando el sueño de ser escritor empezó a materializarse. De pronto mi novela estaba a la venta. Existía en las librerías un libro de verdad,  con cubierta y contraportada, con mi nombre, publicado por una editorial de las grandes. Había gente más allá de mis amigos y familia que leía la historia del niño protagonista de aquella historia, Leo Cruz. Incluso conocí lectores que habían llorado con su final. Por primera vez experimenté lo que se siente al saber que tus personajes se han convertido en personas reales en la imaginación de otra gente. Y es una sensación mágica, milagrosa. Además llegó a lectores alemanes e italianos, no sólo españoles, porque el libro se tradujo a esos idiomas. O sea que Leo Cruz existió en las mentes de lectores en Múnich. Otro milagro. Como milagroso pareció que la novela se vendiera a la productora de cine Morena Films, que vio entre sus páginas una historia digna de ser adaptada a la pantalla grande. En la época en la que mi único objetivo era escribir fin a mi novela, mientras tecleaba en el portátil de treinta kilos, la idea de que lo que escribía se convirtiera en película aparecía una y otra vez en mi mente, pero apenas le daba pábulo. Eso era imposible. Era soñar demasiado grande. Algo así no pasaría. U ocurriría mucho más adelante, con mi décima novela. Pero ocurrió apenas cinco meses después de que El aviso llegara a las librerías. Entonces se inició un camino hacia la adaptación cinematográfica que ha culminado también en 2017, en este mes de junio en el que tantas cosas están pasando, con el inicio del rodaje. La película la dirige Daniel Calparsoro y la protagonizan Raúl Arévalo y Belén Cuesta. Se estrena el 2 de marzo de 2018. Si alguien me hubiera chivado este desenlace mientras tecleaba en el portátil de treinta kilos, le hubiera pegado en la cabeza con él, por mentiroso.

Cuando mi agente me llamó para confirmar que El brillo de las luciérnagas se publicaría en Plaza y Janés, le dediqué ese logro al niño que en 1990 compró un ejemplar de Carrie una tarde de verano en el Pryca de Majadahonda.

Cuando mi agente me llamó para confirmar que El brillo de las luciérnagas se publicaría en Plaza y Janés, le dediqué ese logro al niño que en 1990 compró un ejemplar de Carrie una tarde de verano en el Pryca de Majadahonda.

Tampoco le habría creído si me hubiera chivado que, para cuando ese rodaje comenzara, mi segunda novela también estaría en proceso de adaptación al cine, con la misma productora. Esa segunda novela es El brillo de las luciérnagas, que publiqué dos años después de la primera. Todo resultó más fácil en esta segunda ocasión. Ya confirmado como escritor gracias al empuje de El aviso, desaparecieron del proceso de escritura el miedo e incertidumbre sobre si tanto teclear serviría para algo. Ahora ya sabía que, salvo imprevisto mayúsculo o que escribiera algo muy malo, este nuevo libro tendría altas probabilidades de ser publicado. Es más, con ayuda de mi agente, decidimos que vendría mejor a esa novela en concreto —y al futuro de mi carrera en general—, publicarla en otra editorial. Plaza y Janés siempre fue mi sello preferido porque era el logotipo que veía de pequeño en los libros de Stephen King que leía en verano, libros que plantaron en mí la semilla del deseo de ser escritor. Cuando mi agente me llamó para confirmar que El brillo de las luciérnagas se publicaría en Plaza y Janés, le dediqué ese logro al niño que en 1990 compró un ejemplar de Carrie una tarde de verano en el Pryca de Majadahonda.

Esa novela, además, trajo consigo otra de las mayores alegrías que he tenido de momento en mi carrera como escritor: ser traducido al inglés. Es el idioma en el que escriben muchos de mis autores favoritos, en el que se ruedan las películas y series que más me gustan. En el que se han escrito la mayor parte de las canciones de mi vida. Por supuesto no renegaría nunca de mis novelas originales que escribo y escribiré en español —el idioma en el que pienso, siento y tecleo— pero ser traducido al inglés suponía, de pronto, poder situarme en una biblioteca en la misma estantería que los libros originales de Roald Dahl, Jeffrey Eugenides, William Golding, Shirley Jackson, Agatha Christie, Stephen King, Cormac McCarthy, Robert McCammon. Situarme lomo a lomo con quienes para mí son los más grandes.

Portada- LA CASA ENTRE LOS CACTUSTambién se publicará en inglés La casa entre los cactus, que edita de nuevo Plaza y Janés y de la que acabo de estar firmando ejemplares en la Feria del Libro de Madrid un 9 de junio de 2017, en el sexto aniversario exacto de la salida al mercado de El aviso y al tiempo que se inicia el rodaje de la primera película basada en una de mis novelas. Buen momento para que WMagazín me pidiera hacer un recuento de mi carrera, éste en el que muchos sueños y aspiraciones han confluido en el siempre mágico mes de junio.

 

Artículo Publicado originalmente en WMagazín.


‘El aviso’: de la página a la pantalla

Hace una semana que se estrenó el teaser de ‘El aviso’. Desde que lo vi por primera vez, no he podido dejar de recordar a qué parte del libro correspondía cada imagen. Como ‘El aviso’ fue la primera novela que escribí y la repasé unos cien millones de veces, me la sé casi de memoria y no me ha costado mucho encontrar los párrafos correspondientes a cada plano de la película. Ha sido una labor de lo más interesante. Aquí están todos esos planos del tráiler y su correspondiente origen en el texto de la novela, la verdad es que en algunos casos el parecido es excepcional. Debo recordar, eso sí, que los nombres en la novela no siempre coinciden con los nombres en la película: el personaje que interpreta Raúl Arévalo se llama Aarón en el libro pero Jon en la película, el niño se llama Leo en la novela y Nico en la adaptación a cine. Aquí he conservado los nombres originales del libro. La película, por cierto, se estrena el 2 de marzo de 2018.

“El brillo azul de las luces policiales se reflejaba en los escaparates del Open. En los dos surtidores de gasolina que había junto al pequeño aparcamiento de la tienda”.

“El asfalto se tiñó de amarillo, azul o violeta al reflejar la luz del letrero de neones que escribía Open en la tienda del americano. Aarón* avanzó con paso lento pero decidido, los brazos extendidos a los lados sin balancearlos apenas. Olió la gasolina. Una brisa cálida recorrió su piel”.

“El asfalto se tiñó de amarillo, azul o violeta al reflejar la luz del letrero de neones que escribía Open en la tienda del americano. Aarón avanzó con paso lento pero decidido, los brazos extendidos a los lados sin balancearlos apenas. Olió la gasolina. Una brisa cálida recorrió su piel”.

“Aarón se detuvo frente a las puertas de la tienda. Permaneció quieto unos segundos antes de dar el paso definitivo. Cuando lo dio, las puertas se abrieron frente a él con un crujido plástico. El aire frío que salió del interior le hizo contraer el estómago. El cañón de la pistola se le clavó en la ingle”.

“Aarón se detuvo frente a las puertas de la tienda. Permaneció quieto unos segundos antes de dar el paso definitivo. Cuando lo dio, las puertas se abrieron frente a él con un crujido plástico. El aire frío que salió del interior le hizo contraer el estómago. El cañón de la pistola se le clavó en la ingle”.

“Por aquel entonces el Open no era una tienda, era una pequeña gasolinera con apenas dos surtidores y alguien encargado de cobrar. Te ponía la gasolina y te cobraba en un garaje, lo que ahora es la tienda precisamente”.

“Por aquel entonces el Open no era una tienda, era una pequeña gasolinera con apenas dos surtidores y alguien encargado de cobrar. Te ponía la gasolina y te cobraba en un garaje, lo que ahora es la tienda precisamente”.

"El último día de clase, Leo regresó a casa caminando junto al coche de su madre. Llevaba la mano izquierda agarrada a la puerta del copiloto y la camisa empapada pegada al cuerpo. La molesta sensación de los zapatos encharcados de agua, Coca Cola y gasolina le incomodaron a cada paso".

“El último día de clase, Leo regresó a casa caminando junto al coche de su madre. Llevaba la mano izquierda agarrada a la puerta del copiloto y la camisa empapada pegada al cuerpo. La molesta sensación de los zapatos encharcados de agua, Coca Cola y gasolina le incomodaron a cada paso”.

—Querían robar una mierda de caja de una tienda que no vale nada y el cabrón acabó disparando a mi hermano. Ha dicho que fue un error, que se puso nervioso y no supo qué hacer. Por lo visto Davo hace un movimiento extraño para proteger a un niño que está en la cola, ¡y a la mierda! —Daniel golpeó la pared con el puño— el tío va y dispara. Que no supo qué hacer.

—Querían robar una mierda de caja de una tienda que no vale nada y el cabrón acabó disparando a mi hermano. Ha dicho que fue un error, que se puso nervioso y no supo qué hacer. Por lo visto Davo hace un movimiento extraño para proteger a un niño que está en la cola, ¡y a la mierda! —Daniel golpeó la pared con el puño— el tío va y dispara. Que no supo qué hacer.

"Aarón escuchó la puerta cerrarse. Escondió la cara entre las dos manos. Golpeó el volante con el puño izquierdo mientras Andrea cambiaba de coche. La arena crujió bajo los neumáticos cuando ella arrancó. La escuchó marcharse. Aarón dejó caer los hombros y suspiró con la frente apoyada en el volante. Tardó varios segundos en incorporarse. Cuando lo hizo, miró el reloj del cuadro de mandos. Eran más de las nueve".

“Aarón escuchó la puerta cerrarse. Escondió la cara entre las dos manos. Golpeó el volante con el puño izquierdo mientras Andrea cambiaba de coche. La arena crujió bajo los neumáticos cuando ella arrancó. La escuchó marcharse. Aarón dejó caer los hombros y suspiró con la frente apoyada en el volante. Tardó varios segundos en incorporarse. Cuando lo hizo, miró el reloj del cuadro de mandos. Eran más de las nueve”.

"Detrás de la nave se levantaba la fábrica de relojes. Durante mucho tiempo fue la única construcción en aquella parte olvidada de la carretera. Pero tras la explosión urbanística de Arenas, numerosas industrias y empresas habían asentado centrales o delegaciones en torno a la fábrica, hasta convertir el lugar en uno de los más activos polígonos industriales de la zona noroeste de la comunidad".

“Detrás de la nave se levantaba la fábrica de relojes. Durante mucho tiempo fue la única construcción en aquella parte olvidada de la carretera. Pero tras la explosión urbanística de Arenas, numerosas industrias y empresas habían asentado centrales o delegaciones en torno a la fábrica, hasta convertir el lugar en uno de los más activos polígonos industriales de la zona noroeste de la comunidad”.

—Aarón —se le escapó a Andrea, alargando la última vocal. Sus ojos se pasearon sobre los recortes de periódico, los números, las hojas arrancadas del cuaderno, los nombres—. ¿Qué es todo esto?

—Aarón —se le escapó a Andrea, alargando la última vocal. Sus ojos se pasearon sobre los recortes de periódico, los números, las hojas arrancadas del cuaderno, los nombres—. ¿Qué es todo esto?

"Logró apartar del cine de su mente las dolorosas proyecciones que la visión del colegio había desencadenado. Se prometió que, de la misma forma, tenían que desaparecer del próximo curso las horas de comedor a solas. Las solitarias esperas al otro lado de la calle. Las veces que se encerraba en el baño, los pies subidos a la taza para que no lo localizaran, mirando el reloj para salir diez minutos más tarde que todos los demás. «Siempre el último», era el saludo habitual de mamá".

“Logró apartar del cine de su mente las dolorosas proyecciones que la visión del colegio había desencadenado. Se prometió que, de la misma forma, tenían que desaparecer del próximo curso las horas de comedor a solas. Las solitarias esperas al otro lado de la calle. Las veces que se encerraba en el baño, los pies subidos a la taza para que no lo localizaran, mirando el reloj para salir diez minutos más tarde que todos los demás. «Siempre el último», era el saludo habitual de mamá”.

"Abrió el sobre. De su interior sacó una hoja doblada dos veces por la mitad".

“Abrió el sobre. De su interior sacó una hoja doblada dos veces por la mitad”.

"Victoria agarró la hoja con un temblor en su mano que no logró disimular ante su hijo. Lo primero que advirtió fue la excelente presentación del único párrafo escrito, antes incluso de poder leerlo. No se había dado cuenta pero se le habían humedecido los ojos. Tuvo que parpadear varias veces antes de poder distinguir las letras".

“Victoria agarró la hoja con un temblor en su mano que no logró disimular ante su hijo. Lo primero que advirtió fue la excelente presentación del único párrafo escrito, antes incluso de poder leerlo. No se había dado cuenta pero se le habían humedecido los ojos. Tuvo que parpadear varias veces antes de poder distinguir las letras”.

"Nunca uno de esos accesos de pensamiento acelerado había durado tanto tiempo, hasta el punto de agotarle, e iba a necesitar una buena dosis de cafeína para tratar de plasmar en papel aquel montón de cabos sueltos".

“Nunca uno de esos accesos de pensamiento acelerado había durado tanto tiempo, hasta el punto de agotarle, e iba a necesitar una buena dosis de cafeína para tratar de plasmar en papel aquel montón de cabos sueltos”.

"Se levantó con fuerza. Tuvo que caminar con un brazo extendido tocando la pared para mantener el equilibrio. Llegó al baño justo a tiempo de vomitar en el interior de la taza. Con cada arcada notaba la sangre bombear en su cabeza y palpitar en el derrame de su ojo".

“Se levantó con fuerza. Tuvo que caminar con un brazo extendido tocando la pared para mantener el equilibrio. Llegó al baño justo a tiempo de vomitar en el interior de la taza. Con cada arcada notaba la sangre bombear en su cabeza y palpitar en el derrame de su ojo”.

"El Señor Palmer vio el reflejo de Aarón en el espejo circular que colgaba del techo. Allí donde también se reflejaban las rayas blancas de los tubos fluorescentes que iluminaban el establecimiento".

“El Señor Palmer vio el reflejo de Aarón en el espejo circular que colgaba del techo. Allí donde también se reflejaban las rayas blancas de los tubos fluorescentes que iluminaban el establecimiento”.

"Se resistió a rendirse. Vestido con la misma ropa del día anterior, empezó a buscar la solución a los dos problemas que tenía por delante. El primero, cómo iba a salir de casa. Y el segundo, de dónde iba a sacar el arma para ir a la tienda del americano".

“Se resistió a rendirse. Vestido con la misma ropa del día anterior, empezó a buscar la solución a los dos problemas que tenía por delante. El primero, cómo iba a salir de casa. Y el segundo, de dónde iba a sacar el arma para ir a la tienda del americano”.

"El volante dejó de arder entre sus dedos. Aarón no prestó atención al cambio de marchas, arrancó en segunda con violentas sacudidas del coche. Rió cuando las dos ruedas del lado derecho bajaron de la acera haciéndole golpear el techo con la cabeza. Sorteó la rotonda al final de la calle principal para coger la carretera que conducía al hospital".

“El volante dejó de arder entre sus dedos. Aarón no prestó atención al cambio de marchas, arrancó en segunda con violentas sacudidas del coche. Rió cuando las dos ruedas del lado derecho bajaron de la acera haciéndole golpear el techo con la cabeza. Sorteó la rotonda al final de la calle principal para coger la carretera que conducía al hospital”.

"Entonces Brecha giró el cuello. Cuando descubrió a Leo mirándole desde el interior del coche, entornó los ojos y le señaló. Después, utilizando ese mismo dedo y desplegando el pulgar, formó una pistola imaginaria. Se la llevó a la sien. Y disparó".

“Entonces Brecha giró el cuello. Cuando descubrió a Leo mirándole desde el interior del coche, entornó los ojos y le señaló. Después, utilizando ese mismo dedo y desplegando el pulgar, formó una pistola imaginaria. Se la llevó a la sien. Y disparó”.

"Uno de los enfermeros salió corriendo al aparcamiento, detrás de Aarón. El otro se acercó hasta el mostrador a comprobar si Miguel estaba bien".

“Uno de los enfermeros salió corriendo al aparcamiento, detrás de Aarón. El otro se acercó hasta el mostrador a comprobar si Miguel estaba bien”.

"Gritó algo indescifrable para apartar de su cabeza la imagen de David agonizando en una cama de ese mismo hospital".

“Gritó algo indescifrable para apartar de su cabeza la imagen de David agonizando en una cama de ese mismo hospital”.

"Salió disparada en dirección a la tienda. Sus lágrimas volaron hacia atrás. Notó el calor del asfalto".

“Salió disparada en dirección a la tienda. Sus lágrimas volaron hacia atrás. Notó el calor del asfalto”.

"Aarón movía la pistola a un lado y a otro. Parpadeaba a un ritmo frenético para aliviar el picor del sudor sobre sus ojos".

“Aarón movía la pistola a un lado y a otro. Parpadeaba a un ritmo frenético para aliviar el picor del sudor sobre sus ojos”.

Y aquí está el teaser al completo:


Teaser trailer de ‘El aviso’

¡Hoy se ha estrenado el teaser tráiler de ‘El aviso’, basado en mi primera novela! Dirige Daniel Calparsoro con guión de Jorge Guerricaechevarría, Chris Sparling y Patxi Amezcua. Protagonizan Raúl Arévalo, Belén Cuesta, Hugo Arbués, Aura Garrido, Antonio Dechent, Aitor Luna y Sergio Mur.


Welcome to the house among the cactuses

‘DESERT FLOWERS’ is out today in the United States, UK, Australia and Canada. So today is the day when I can finally open the door to the house where my new novel takes place. A house lost in the remote landscape of the Baja California Desert, Mexico, where an American family has decided to build its home. Here, Elmer and Rose take care of their five daughters, all of them with flower names: Edelweiss, Iris, Melissa, Daisy and Dahlia. I’m thrilled to be able to invite you into their home, to open the screen door on the porch to anyone who wants to discover what’s really hidden among these cactuses.

I invite the reader to come into the kitchen, where Rose might be making breakfast, finding herself absorbed, like she is every morning as she looks out of the window, in the desert turned by the rising sun into a palette of a thousand shades of watercolor. To meet Rose is to meet a woman who loves her five daughters above all else, a devoted mother capable of making the greatest of sacrifices to protect her girls. By all means enjoy her conversation, just don’t ask too much about her past, especially about the time before moving to the house among the cactuses. And best not mention the wooden cross driven into the earth out back, the one with Edelweiss’s name engraved on the crosspiece.

Desert-Flowers-CoverWhen Elmer comes in through the kitchen door, freshly shaved, wearing the coveralls from the gas station where he works, a handshake will be greeting enough. He’s sparing with words and looks at any stranger invading his territory with suspicion, so tread carefully whenever he’s close by. Elmer’s arrival would be a good moment to leave the kitchen and take a look around the living room. There, hanging from the wall, is the guitar that Edelweiss played. And the turntable that plays the music to which the family dance together. Among the Flowers, by Bob Davis, is one of their favorite songs.

It’s likely that a frenzy of footsteps will break out at any moment upstairs. It’s the twins, Daisy and Dahlia, who’ll come down in their little red pajamas, hungry, in search of cereal and kisses from Mommy. They’re identical, aren’t they? Sometimes it’s as if they were the same girl, especially when they both talk at the same time. A good topic of conversation with them, to keep them happy, would be to ask them about the pictures they make with colored beads. One thing they don’t like talking about is how they have to take turns hiding whenever their teacher Socorro comes.

After meeting the twins, why not head up to the bedrooms? Iris will be in front of her dressing table mirror, brushing her hair. At the same time, she’s probably reading a Jane Austen book, or maybe the script to A Streetcar Named Desire, which she loves. It’s easy to talk to her about anything, she has a large vocabulary and an excessive interest in meeting a boy from outside, and so you never know how an encounter with her will end. She is already a beautiful woman, full of life, as lovely as the flower from which she receives her name.

Two doors further on is Melissa’s bedroom. Here you should take a look at the wall where she hangs the best drawings she’s done of the family. They sum up perfectly the happiness that reigns in their home. There are also several portraits of Edelweiss, now the only way to see her face. Melissa especially likes a picture she drew of her eldest sister one summer, in which she has an armful of vegetables dug from the ground. Melissa herself might be in the room, talking to her stones with eyes. Don’t be afraid to ask her about them, she likes introducing people to the rocks that she’s brought to life and named after movie stars. Melissa’s a very special girl in a very difficult situation. Please treat her with care and understanding.

Finally, after seeing the house and meeting the family, you should go outside and enjoy the unique landscape, as beautiful and as mysterious as the flowers that come out on the cactuses at the beginning of summer. A few yards beyond the front porch stand three cactuses dressed in men’s clothes, like desert scarecrows. They are Needles, Pins and Thorns, great friends of Melissa’s. They only speak to her, so there’s no point trying to strike up a conversation with them. After all, they’re just cactuses. Right?

And now that you’re out here, listening to the sounds of the family living its everyday life inside the house, the best thing you can do is wait for nightfall to enjoy one of the loveliest landscapes that exists: the Baja California Desert at sundown. Don’t be frightened if you hear footsteps behind you. Pay no attention to the animal skull gleaming on the dirt in the moon’s silver light. And if you feel the hairs on your arms stand on end, you’re better off thinking it’s the sudden change in temperature as the sun disappears over the horizon. You’d also do well to persuade yourself that the figure in white cloth floating among the rocks is Melissa—she often goes out at night to talk to her cactuses—and that the hand approaching your neck from behind must be Iris’s. Has the porch light come on by itself? No, it must be Elmer and Rose, who don’t really like receiving visitors at all.

Maybe I forgot to warn you that, though you might know when you enter the house among the cactuses, you never know when you’ll leave. If you ever do. And now it’s too late.

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Banda sonora de ‘La casa entre los cactus’

Para los que estén leyendo ‘La casa entre los cactus’, o para los que ya la hayan leído pero quieran revivir su atmósfera, propongo esta lista de reproducción en Spotify con las canciones que formarían, a mi entender, una banda sonora perfecta para el libro. Yo las escuché sin cesar durante la escritura de la novela. En mi cabeza, las canciones se titularían así:

1. Edelweiss’s theme
2. Windy desert night.
3. Ascalapha Odorata.
4. Rose and Elmer theme.
5. Desert sun.
6. Iris’s theme.
7. The cactuses talk.
8. Missing sister.
9. Let the mystery be.
10. Cactus bloom.
11. The portrait.

También se puede escuchar la lista en Youtube:

Aunque, en realidad, el audio que más escuché mientras escribía ‘La casa entre los cactus’ fue éste, ocho horas seguidas de sonido desértico que me aislaban del mundo:


My new book is on its way

My third novel is on its way. I suddenly realised it last night when I saw it added to the Amazon site, with its very own page. I’ve worked on this novel since 2015, lived with its characters for nearly two years now, but it was yesterday when, in a sense, it first proved its existence to the world. It’s nothing more than a landing page—there’s not even a cover or a blurb on it yet—but it does reveal the title. Yesterday, only editor, translator and I knew about it. Today it’s official and public: DESERT FLOWERS is my upcoming new novel. Hard as rock and sand, tender as a cactus bloom. Mysterious as an animal skull reflecting the desert moonlight.

I can’t wait for my readers to meet the family that lives in that desert. In a house full of love and secrets. As you approach, you may hear laughter and screams. Anyone who enjoyed or suffered with what happened in the basement of The Light of the Fireflies—and every time I read the thousands of reviews on Amazon and Goodreads I rejoice at how many of you did—should be prepared to be shocked and moved again. But in a completely different way. No fireflies, darkness or confined spaces this time. Instead, the vast landscape of an immense desert strangely filled with all kinds of flowers.

I’ll be sharing more information on the novel as the AmazonCrossing release date approaches, but I felt the need today to introduce the book in a respectable and formal way. Readers, this is Desert Flowers. Desert Flowers, these are your future readers.

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Mi próxima novela está llegando

Cada vez falta menos para que se publique mi tercera novela. Si estamos en febrero, que lo estamos, quedan apenas unos meses para que Plaza y Janés la lleve a las librerías. Llevo trabajando en esta historia desde 2015, he convivido con sus personajes durante casi dos años, pero lo que contienen sus páginas es aún un misterio para el resto del mundo. Lo que sí puedo adelantar por fin es su título: LA CASA ENTRE LOS CACTUS.

Tengo unas ganas increíbles de presentar a la familia que vive en esa casa. Un hogar lleno de amor y secretos. En sus alrededores pueden escucharse risas, pero también gritos. Quienes disfrutasteis sufriendo con lo que ocurría en el sótano de El brillo de las luciérnagas —y cada vez que leo las miles de reseñas en Amazon o Goodreads me alegro infinito de que fuerais tantos— os garantizo que volveréis a sobrecogeros y emocionaros con La casa entre los cactus. Pero de un modo diferente. Esta vez no hay luciérnagas, oscuridad ni espacios claustrofóbicos, sino un inmenso paisaje desértico en el que transcurre una historia tan dura como la roca y la arena. Tan tierna como la flor de un cactus. Tan estremecedora como la calavera de un animal reflejando la luz plateada de la luna.

Compartiré más información sobre el libro en las próximas semanas y a medida que se acerque el día de publicación, pero ya iba siendo hora de hacer una presentación formal. Lectores, esta es La casa entre los cactus. La casa entre los cactus, estos son tus futuros lectores.

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