El pasado fin de semana estuve, por primera vez, firmando ejemplares en la Feria del Libro de Madrid. La publicación de mi primera novela me pilló trabajando en un reality show en Honduras, lo que hizo que me perdiera varias de las citas importantes que suceden a la edición de un libro. De hecho, el primer ejemplar de El aviso que tuve entre mis manos, la primera vez que toqué un libro de verdad escrito por mí, fue en San Pedro Sula, la segunda ciudad hondureña en importancia, y lugar al que oportunamente llegó una visita desde España casi el mismo día de la publicación. Así que he tenido que esperar dos años, uno de ellos encerrado en un sótano, para poder estrenarme en el gran evento literario de la ciudad de Madrid. Además fue un estreno por todo lo alto, firmando el sábado por la mañana en una de las casetas más concurridas y deseadas del Paseo del Duque de Fernán Núñez. La 170. La de la Casa del Libro. Compartía caseta con Laura Gallego, Alberto Chicote y Use Lahoz. La primera, en calidad de absoluta best seller española, definió en gran medida la manera en que transcurriría la mañana en mi caseta, y observar de primera mano el fenómeno fan que puede generar una escritora de nuestro país fue sin duda un gran entretenimiento. La feria la componen un montón de casetas, una detrás de otra, a lo largo de uno de los grandes paseos del parque de El Retiro. Pared con pared, centenares de quioscos ofrecen una selección de su catálogo al montón de gente que se pasea por allí. Este pasado fin de semana hizo un tiempo estupendo así que la afluencia de público, por lo que me contaban los libreros de las casetas en las que estuve, era más que considerable. Y anda que no me contaron cosas los libreros. Momento en que no se me acercaba nadie a que le firmara un libro, momento en que aprovechaba para charlar con ellos y que me contaran su visión del sector editorial, la feria, o la mastodóntica campaña de promoción del nuevo libro de Dan Brown. Ese sábado por la mañana, antes de llegar a mi caseta, una cola kilométrica y vallas de seguridad que cercaban la zona me permitieron soñar durante un segundo que me había convertido de la noche a la mañana en el nuevo fenómeno literario del año, y que hordas de lectores esperaban ansiosos a que les estampara mi firma. Pero no. La cola, el griterío y los fans pertenecían a Laura Gallego, lógicamente. A mí me tocaba la silla contigua. Allí me senté yo, frente a una pila de mis novelas y bajo un cartel que anunciaba mi presencia, pensando para mis adentros: “algún día, Paul, algún día”. Los autores que aún no vendemos como E. L. James, Dan Brown o la propia Laura, vivimos una feria tranquila, recibiendo a nuestros seguidores de forma espaciada y con tiempo para charlar con ellos sobre…
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