Encuentro con alumnos de una escuela de adultos

El pasado 18 de noviembre tuve un increíble encuentro con un centenar de alumnos de la Escuela Municipal de Adultos de Alcalá de Henares. Como escritor resulta muy conmovedor que, en un teatro lleno, un hombre de 47 años te diga que el tuyo es el primer libro que ha leído en su vida, o que una mujer se emocione hasta las lágrimas contándote lo feliz que le hace leer y estudiar a su edad, aprovechado ahora oportunidades que no tuvo en su infancia. Gratificante es también oír a una lectora contar cómo al terminar ‘El brillo de las luciérnagas’ sintió la necesidad de asomarse a la ventana y mirar las estrellas. Muchas gracias a todos los que estuvisteis conmigo y, especialmente, a los que hicisteis posible el encuentro en el Corral de Comedias de la ciudad.

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Canción de amor al libro de bolsillo

En la primera biografía que escribí para enviar a RBA, la editorial que publicó El aviso, se me ocurrió incluir una frase que acabó llamando la atención más de lo que yo mismo pensaba: que no me consideraría escritor hasta que no viera la edición de bolsillo de uno de mis libros vendiéndose en un aeropuerto. Y puedo asegurar que no era ningún reclamo, ni broma, ni gracieta. Era la pura realidad. Quizá sea más lógico aspirar a que tu libro sea publicado en el formato más grande posible, con las tapas más duras que existan y superando el kilo y medio de peso, pero a mí lo que me hacía ilusión de verdad era imaginarme en el estante giratorio del puesto de prensa de un aeropuerto. Quería ver mi historia publicada en las que han sido siempre mis ediciones favoritas: las de bolsillo. Tapas blandas, páginas pequeñas, letras diminutas, portadas impactantes. Y ese olor a papel y tinta que sólo se consigue con la inferior calidad de los materiales. Pero también un olor que tengo asociado a las novelas que más he disfrutado y que siempre me recuerda al verano. Lo normal es tirar de ediciones de bolsillo cuando se viaja. Ya sea a Dénia o a Nueva York. Puede ser a Torremolinos, comprando un libro después de desayunar, de camino a la playa, con la toalla sobre los hombros y parando en el quiosco que ha sacado a la acera el estante giratorio de los libros, que ya ni gira ni nada. Así me hice yo, entre otros muchos, con Corazón tan blanco de Javier Marías y Darkly Dreaming Dexter (la novela en que se basó la serie). Heart-Shaped box de Joe Hill también me lo encontré, en su idioma original, en alguna esquina de Mallorca o Gandía. Y aquí siguen conmigo: Lo mismo ocurre con los viajes que incluyen mucho tiempo de avión, porque no hay nada mejor para sobrellevar diez horas cruzando el Atlántico, o tres horas sobrevolando Europa, que enfrascarse en las páginas de una historia que te haga olvidar lo incómodo que estás en el asiento, las ganas que tienes de que sirvan la comida, o lo lentísimo que avanza sobre el mapa el avioncito ese que va marcando en las pantallas el transcurso del trayecto. Y está claro que el libro que uno ha de llevarse a un avión tiene que ser en edición de bolsillo. A poder ser, comprado en el puesto de prensa más cercano a la puerta de embarque cinco minutos antes de la salida del vuelo. Maltratado ya de entrada por el montón de manos de viajeros que le han echado un ojo en la tienda para, al final, no llevárselo, y maltratado aún más tras meterlo a presión en el equipaje de mano. Lo mejor de todo es que acabamos leyendo esos libros de bolsillo en dos de los escenarios más idílicos que se me ocurren para disfrutar de una buena historia: en la playa, a la sombra,…

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Mi primer relato

Hoy, RHM Flash, el sello de Random House que publica relatos en formato digital, publica un par de historias de terror que estaba deseando que vieran la luz. Se titulan OTEL (sin hache) y La sangre del muerto. Este último tiene la particularidad de ser el primer relato serio que escribí en mi vida. Antes había escrito algunas historietas de brujas y niños que se transforman en animales, tan inspiradas en Roald Dahl que rozaban el plagio descarado, y ejercicios de redacción en clase de Lengua que enfrentaban a Góngora y Quevedo en batallas telequinéticas deudoras de Carrie. Pero superada aquella fase imitadora, La sangre del muerto supuso mi primer intento de escribir algo adulto, o lo que yo entendía por adulto en aquel entonces:  a mis trece o catorce años, adultos me parecían los chicos de dieciséis que protagonizan la historia. Aún recuerdo perfectamente la noche de verano en que abrí un cuaderno sin usar del colegio y me dispuse, bolígrafo en mano, a perseguir mi carrera de escritor. Afortunadamente, esta reliquia se ha ido conservando hasta hoy, de trastero en trastero, guardada en la caja de los álbumes de cromos. Así de bien luce: ¿De dónde obtuve la inspiración para la primera gran hazaña que supone escribir un relato entero? De la tele, cómo no. Siempre he sido muy seguidor de las series de televisión que consistían en pequeños relatos de misterio con grandes giros finales, como Alfred Hitchcock presenta…, Cuentos asombrosos, o Historias de la Cripta. La que más veía por aquel entonces era esta última, que emitía Telecinco por las noches. Su cabecera sigue siendo una de mis favoritas: el sonido inicial de la verja al abrirse, los susurros que se oyen al bajar la escalera y la risa histérica del guardián de la cripta al final, me transportan aún hoy, de forma mágica, a aquellos veranos de mediados de los noventa. Y eso vale casi tanto como tener una máquina del tiempo.

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¿Cómo vive un escritor la Feria del Libro?

El pasado fin de semana estuve, por primera vez, firmando ejemplares en la Feria del Libro de Madrid. La publicación de mi primera novela me pilló trabajando en un reality show en Honduras, lo que hizo que me perdiera varias de las citas importantes que suceden a la edición de un libro. De hecho, el primer ejemplar de El aviso que tuve entre mis manos, la primera vez que toqué un libro de verdad escrito por mí, fue en San Pedro Sula, la segunda ciudad hondureña en importancia, y lugar al que oportunamente llegó una visita desde España casi el mismo día de la publicación. Así que he tenido que esperar dos años, uno de ellos encerrado en un sótano, para poder estrenarme en el gran evento literario de la ciudad de Madrid. Además fue un estreno por todo lo alto, firmando el sábado por la mañana en una de las casetas más concurridas y deseadas del Paseo del Duque de Fernán Núñez. La 170. La de la Casa del Libro. Compartía caseta con Laura Gallego, Alberto Chicote y Use Lahoz. La primera, en calidad de absoluta best seller española, definió en gran medida la manera en que transcurriría la mañana en mi caseta, y observar de primera mano el fenómeno fan que puede generar una escritora de nuestro país fue sin duda un gran entretenimiento. La feria la componen un montón de casetas, una detrás de otra, a lo largo de uno de los grandes paseos del parque de El Retiro. Pared con pared, centenares de quioscos ofrecen una selección de su catálogo al montón de gente que se pasea por allí. Este pasado fin de semana hizo un tiempo estupendo así que la afluencia de público, por lo que me contaban los libreros de las casetas en las que estuve, era más que considerable. Y anda que no me contaron cosas los libreros. Momento en que no se me acercaba nadie a que le firmara un libro, momento en que aprovechaba para charlar con ellos y que me contaran su visión del sector editorial, la feria, o la mastodóntica campaña de promoción del nuevo libro de Dan Brown. Ese sábado por la mañana, antes de llegar a mi caseta, una cola kilométrica y vallas de seguridad que cercaban la zona me permitieron soñar durante un segundo que me había convertido de la noche a la mañana en el nuevo fenómeno literario del año, y que hordas de lectores esperaban ansiosos a que les estampara mi firma. Pero no. La cola, el griterío y los fans pertenecían a Laura Gallego, lógicamente. A mí me tocaba la silla contigua. Allí me senté yo, frente a una pila de mis novelas y bajo un cartel que anunciaba mi presencia, pensando para mis adentros: “algún día, Paul, algún día”. Los autores que aún no vendemos como E. L. James, Dan Brown o la propia Laura, vivimos una feria tranquila, recibiendo a nuestros seguidores de forma espaciada y con tiempo para charlar con ellos sobre…

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