El momento en el que escribir adquiere significado

El pasado 9 de mayo se publicó mi segunda novela, El brillo de las luciérnagas. Era una fecha que tenía marcada en mi calendario desde hacía varios meses y que señalaba el momento a partir del cual, por fin, la gente iba a poder leer la historia del niño y el sótano a la que tanto tiempo de escritura había dedicado. Y que es el momento en el que todo esto de escribir adquiere significado. Porque sólo cuando alguien lee lo escrito en la página es cuando los personajes creados cobran auténtica vida. Como los muñecos de Toy Story, pero al revés: si Buzz Lightyear podía volar por el cuarto de Andy sólo cuando el niño no le miraba, el niño protagonista de mi novela sólo puede caminar por la oscuridad de su sótano cuando alguien lee cómo lo hace. Hasta ese momento, él mismo, su padre, su madre, su abuela, su hermano y su hermana no son más que un montón de letras inertes impresas en una página. La actualidad ha querido que el lanzamiento coincida con la liberación de las tres jóvenes secuestradas en Cleveland. La realidad superando a la ficción una vez más. Desde luego nunca imaginé que mi historia de una familia encerrada durante diez años en un sótano fuera a publicarse mientras todos los diarios e informativos del país hablaban, precisamente, del encierro durante también diez años de Amanda Berry, Gina de Jesus y Michelle Knight.  La coincidencia, claro, ha sido pregunta obligada en el montón de entrevistas que he respondido durante esta primera semana de promoción, semana a la que dedicaré la próxima entrada. De momento volvamos a la ficción. Y a ese día 9 de mayo. Un jueves que esperaba con impaciencia porque la vida de la familia que yo encerré en un sótano estaba a punto de hacerse realidad en la mente de un montón de gente a la que no conozco. Hay un momento muy emocionante tras la publicación de un libro: cuando recibes la primera opinión realmente anónima. Hasta ese día, tu historia la han leído dos tipos de personas cuyo juicio debe ponerse en duda. Primero, gente demasiado cercana a ti como para darte una valoración objetiva: amigos, novias, maridos o parientes de primer o segundo grado no se caracterizan por tener el mejor ojo crítico. Segundo, gente que está involucrada contigo en el proceso de publicación de la novela, como agentes o editores, y cuya implicación puede nublarles el sentido tanto como a ti. Pero la de esa primera persona desconocida que lee tu libro desde el desapego total, esa opinión, es la que de verdad hay que escuchar. Porque a esa persona le da igual que te llames Paul Pen o Peter Pan, seas español o de China, hayas publicado o no, y le importa también un pimiento cuál ha sido el proceso de escritura, o si te ha costado más o menos esfuerzo. Y así tiene que ser. Lo que hace esa persona es abrir tu libro…

Read more